La piel y las emociones


 

 La piel es la carta de presentación de las personas, un reflejo de nuestra salud física y emocional, es la parte visible de nuestro “yo” que a cada momento se encuentra expuesta  al juicio social, especialmente cuando las afecciones se presentan en áreas visibles. El estrés físico, emocional, la ansiedad y la depresión afectan la apariencia  de  piel y pueden agravar enfermedades cutáneas, muchas veces controladas. Si bien es cierto que a algunas personas no les preocupa en gran medida cambios pasajeros en su piel, para otras, puede ser causa  de inseguridad y malestar emocional, social y laboral.

El estrés físico, emocional, la ansiedad y la depresión afectan o agravan la apariencia  de la piel, especialmente en la adolescencia, un período de muchos cambios físicos y de adaptación a las exigencias de la vida adulta. En estas circunstancias, una de las principales manifestaciones es el acné. A pesar que el acné es frecuente en este momento de la vida, es importante tener en cuenta que puede causar dificultades en las relaciones interpersonales y en algunos casos verdaderos cuadros  depresivos con aislamiento, bajo rendimiento académico y hasta deserción escolar. El médico no debe desconocer o minimizar el compromiso emocional, y muchas veces el tratamiento dermatológico debe ir acompañado de asesoría psicológica o psiquiátrica. Afortunadamente no sucede en todos los adolescentes y la gran mayoría superan esta situación con el transcurrir del tiempo.

Llama  la atención que, en los últimos años ha aumentado la incidencia de acné en personas mayores de 30 años, especialmente mujeres, lo cual se ha relacionado con alteraciones hormonales, estrés o una combinación de ambos factores. Probablemente las alteraciones emocionales que produzca no sean tan marcadas, pero de igual manera afectan la autoestima y la presentación personal de quienes lo padecen.  En algunas ocasiones la ansiedad que generan las enfermedades cutáneas puede llevar conductas que empeoran la situación como el rascado compulsivo y el intento por eliminar por diferentes medios los  puntos negros, lesiones inflamadas o pustulosas. Otro ejemplo dramático de la influencia de los estados emocionales en la piel, es el empeoramiento de la psoriasis, liquen plano u otras afecciones, cuando las personas pasan por períodos de aumento de estrés.

Según la  Academia Americana de Dermatología,  existe una relación causa-efecto entre las emociones negativas como el estrés, la depresión, la ansiedad, y las afecciones cutáneas. Los problemas emocionales no solo afectan la piel, sino que pueden causar caída de cabello, fragilidad en las uñas y exceso de sudoración. En todos estos casos es imperativo el tratamiento dermatológico combinado con tratamiento psicológico o psiquiátrico para implementar técnicas de manejo del estrés y ansiedad, y en algunos casos la toma de medicamentos.  Otras recomendaciones incluyen el descanso adecuado, ejercicio  físico moderado y alimentación balanceada.

En la actualidad existen muchas alternativas medicamentosas cada vez más eficaces para tratar el acné y otras afecciones cutáneas. En el caso del acné, estas pueden complementarse con aparatología, tales como láser, radiofrecuencia, luz pulsada entre otras para un efecto sinérgico que acelere su resolución

 

 


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