EL SENSUAL Y VAPOROSO CANTO DE LA CIGARRA EN LA POPA DE LA GALERA.
Cada día de mayo, unas veces en la mañana temprano, otras cuando el bravo sol que nos alumbra se recalienta a tempranas horas, miles de cigarras o chicharras machos, en nuestro léxico del Caribe, entonan sus mejores canciones con múltiples tonadas, según cada una de las 3.000 especies existentes, invitando a las hembras a “hacer el amor” a aparearse para dar continuidad a la vida, a la respectiva especie sobre la tierra.
En el presente mayo el escenario sonoro está ubicado en las faldas del cerro de la Popa de la Galera, o de manera simple la Popa, si usted lo prefiere.
Como un gigantesco picó tumba techo con más de 20 parlantes de 75 pulgadas sonando a todo timbal, el canto se difunde por la extensa geografía terrígena y social de los barrios La Quinta, La Esperanza, El pie de La Popa Lo Amador, el Espinar, hoy Espinal, y sobre todos los barrios de la serranía del cerro más emblemático de Cartagena de Indias.
Asombrados, quedaron miles de cartageneros cuando se percataron del fenómeno sonoro y temerosos pensaron llamar a los organismos de emergencia, pues el canto “acigarrado” semeja el ruido de una tubería de gas, o de agua a punto de explotar; sin embargo a otros les pareció el ruido de una desconocida y gigantesca caldera de vapor, también al borde del peligro de una explosión.
Más, hoy, el misterio ha sido desvelado: Se trata de las chicharras anuales (diferentes a las periódicas que aparecen cada 13 o 17 años en el este de los Estados Unidos de América.
Son miles de miles de chicharras machos que emergen cada año(abril -mayo) de la accidentada estructura terráquea y geológica de la Popa para reclamar con sus sones musicales el amor de las chicharras hembras, que cautivadas por la serenata intermitente, caen rendidas bajo las amorosas alas de los febriles machos empeñados en dar continuidad a la vida, aunque a las administraciones distritales anteriores y a la presente , esto de conservar la biodiversidad y el ecosistema les importe un carajo.
En el marco de las ciencias naturales, la revista Nathionalgeographic.es define a las chicharras como pertenecientes al orden de los homópteros de los insectos, caracterizados por sus cuerpos robustos, cabezas anchas, alas de membranas transparentes, grandes ojos compuestos; a ello se le agrega el plus de un poderoso aparato bucal, la propiedad de camuflarse en el ambiente y la característica que tiene el macho de poder cantar gracias a las membranas vibratorias que tiene en su abdomen.
La reproducción de este fantástico insecto es todo un proceso genial: la hembra después de aparearse con el macho deposita los huevos (400 o 600 durante una vida) en una rama o hendidura de un árbol, o de una planta menor, donde con el correr de los días, los huevos se transforman en ninfa, las cuales, por ese enorme poder que tiene la naturaleza corren hacia el suelo, donde con su poderosa boca absorben agua y minerales de las raíces de los vegetales donde permanecen varios días hasta salir convertidas en organismos adultos aptos para cantar y reproducirse.
Google define de la siguiente manera este proceso:
“El ciclo de vida de las cigarras es simple: las hembras ponen huevos en ramitas u otras partes de las plantas, y cuando las ninfas nacen se arrastran hacia el suelo y pasan la siguiente fase de sus vidas bebiendo aguas y minerales de las raíces” (Google.com/cigarra) para después emerger como seres adultos.
En este mundo que me ha tocado vivir, los humanos estamos divididos en dos grupos frente a las chicharras: aquellos quienes se sienten perturbados con su “estridente ruido” y quienes disfrutamos de su canto, al igual que cuando éramos niños recorriendo los matorrales, los de Turbaco, y luego los de esta fantástica ciudad.
Sin embargo, esta pasión no es gratis: al género humano, desde tiempos inmemoriales, los prodigiosos insectos, han despertado su atención: la redacción de nathionlageographic.es(cigarra) escribe que: “las fascinantes costumbres de estos insectos han sido motivos de asombro desde épocas antiguas. Muchas culturas, como la China las consideraba como un poderoso símbolo de renacimiento”
Ahora, en los excesivos calores de mayo, me atrevo a suponer que la admiración que sentimos miles de cartageneros por el canto de la chicharra, es un legado cultural que nos dejaron los originarios amerindios y los africanos traídos a estas tierras contra su propia voluntad, y que la costumbre se transmitió a través de las generaciones que nos anteceden, hasta llegar a las canciones populares interpretadas por el legendario Grupo de Bovea y sus Vallenatos, cuando en un inolvidable disco de acetato grabaron :
Cuando la chicharra canta,
No puede cantar ninguno,
Porque la chicharra canta
Por la boca y canta duro
Si canta la chicharra,
Si canta, canta duro.
Si canta la chicharra,
si canta en el oscuro…
Cuando la chicharra quiere
Que el chicharro la persiga,
Se acomoda en un palito…
Más, muchos años después la gran artista latina Gloria Stefan, en su disco sencillo: “Abriendo Puertas “inmortalizó también la existencia sonora de la chicharra:
Como al salir de la tierra,
vuelve a cantar la cigarra,
Así es el canto que llevan
las notas de mi guitarra…
Ahora, amigos lectoras y lectores, alerten sus sentidos cuando estén en las cercanías de La Popa; allí están miles de miles de chicharras machos enamorando a las hembras, de acuerdo con la ciencia y llamando a la lluvia según nuestras leyendas y creencias.
P.D. Fotografia tomada de Stock.
Con los afectos de siempre y un acigarrado abrazo:
UBALDO JOSÉ ELLES QUINTANA.