5 formas de ser un BUEN RICO: Subsidio para sacerdotes y predicadores
Subsidio para sacerdotes y predicadores
El Evangelio de Lucas presenta en el capítulo 16, versículos 19 al 31, una de las parábolas más provocadoras en torno a la riqueza: la historia del hombre rico, conocido tradicionalmente como Epulón, y el pobre Lázaro. Epulón se viste de púrpura y lino fino, banquetea cada día, pero ignora al indigente que yace a su puerta cubierto de llagas. La escena final es radical: mientras Lázaro descansa en el seno de Abraham, Epulón suplica alivio desde el tormento. En esta parábola, la riqueza no es condenada en sí misma, sino el uso egoísta, ciego e indiferente que se hace de ella.
Este articulo propone una relectura constructiva a partir de esta figura negativa. Si Epulón encarna al mal rico, ¿qué rostros podría tener el buen rico? A partir de cinco términos griegos cuidadosamente seleccionados, se exploran cinco caminos para vivir la riqueza con dignidad ética y fecundidad espiritual: Euchrématos, Dórophilos, Agathoplúsios, Metadidoménos y Eleémōn. Cada uno de estos arquetipos representa una virtud opuesta a la actitud egocéntrica de Epulón. Al final, proponemos una síntesis bajo un nombre simbólico: Euchrématos el Justo o, más entrañablemente, Agathoplúsios, el rico bueno.
1. Euchrématos (Εῦχρημάτος): El que usa bien sus riquezas
El primer camino para ser un buen rico es usar bien las riquezas. El término griego Euchrématos proviene de eu- (bien) y chrémata (bienes, riquezas). No se trata solo de tener, sino de saber poner al servicio aquello que se tiene. Un Euchrématos no es esclavo de sus posesiones, sino mayordomo de ellas. La riqueza deja de ser una trampa cuando se convierte en herramienta para el bien común.
Epulón no fue Euchrématos porque su riqueza se convirtió en un fin en sí mismo. No distribuyó, no gestionó para nadie más que para su vanidad. En cambio, el buen rico mira sus bienes como medios para fomentar justicia, educación, salud, arte, oportunidades. No acumula por miedo ni derrocha por vanidad, sino que administra con sabiduría, proyección y sentido del otro.
En palabras del Papa Francisco: “El problema no es tener bienes, sino vivir con el corazón apegado a ellos”. El Euchrématos es un corazón libre en medio de la abundancia.
2. Dórophilos (Δωρόφιλος): Amigo del don, amante de dar
Un segundo nombre para el buen rico es Dórophilos, “el amigo del don”. Deriva de dóron (regalo, don) y philos (amigo, amante). Este término define al que experimenta alegría en dar. Frente al paradigma del acaparamiento, el Dórophilos vive la riqueza como una oportunidad para bendecir.
Epulón cerró sus manos; ni siquiera las migajas eran para Lázaro. En cambio, el Dórophilos abre sus manos y su casa. No da desde el remanente, sino desde la convicción de que su riqueza no le pertenece del todo. Reconoce que dar no es una pérdida, sino una multiplicación del sentido.
El Dórophilos vive la lógica del don, tan ajena a la del mercado. Donde el mercado busca intercambio equivalente, el don no espera retorno. Por eso, este tipo de rico encuentra más gozo en el acto de dar que en la suma de lo poseído. En sus manos, la riqueza se convierte en relación.
3. Agathoplúsios (Ἀγαθοπλοῦσιος): Rico en bondad
Una tercera forma de ser un buen rico es cultivar la bondad junto a la abundancia. Agathoplúsios viene de agathós (bueno) y ploúsios (rico). Es un rico cuya mayor riqueza es su corazón. La verdadera opulencia no está en el banco, sino en el carácter.
Agathoplúsios es lo opuesto a Epulón, cuyo nombre (no bíblico, pero tradicional) viene de epulum, banquete. Epulón es el que se hartó sin mirar. En cambio, el Agathoplúsios es el que mira primero y luego actúa. Su riqueza es una extensión de su bondad. Es rico porque es bueno, y bueno porque sabe hacerse cargo del otro.
La bondad no es ingenua: discierne, evalúa, planifica. Pero también se arriesga, se compadece, actúa. En un mundo donde los ricos son tentados a endurecerse para no ser manipulados, el Agathoplúsios asume el riesgo de la empatía. No da limosna, da dignidad.
4. Metadidoménos (Μεταδιδόμενος): El que comparte
La cuarta figura del buen rico es Metadidoménos, “el que comparte”. Proviene del verbo metadidōmi (compartir, dar a otros). Es un nombre verbal que sugiere acción constante. No se trata de una limosna esporádica ni de una filantropía de imagen. Es una actitud estructural: comparte quien vive compartiendo.
Mientras Epulón establecía un abismo entre él y Lázaro, el Metadidoménos construye puentes. No concibe la vida como un territorio de competencia, sino de corresponsabilidad. Comparte tiempo, conocimientos, bienes materiales, redes sociales, oportunidades. Es un tejedor de equidad.
En la lógica cristiana, compartir no empobrece, sino que revela el rostro de Dios. Por eso, el Metadidoménos es imagen viva de la generosidad divina. En sus actos cotidianos, realiza la oración del Padre Nuestro: “danos hoy el pan de cada día”, donde el pan es compartido, no privatizado.
5. Eleémōn (Ἐλεήμων): El compasivo / misericordioso
Finalmente, el buen rico es Eleémōn, el compasivo. De éleos (misericordia), este término aparece en el sermón de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). Ser compasivo no es sentimentalismo barato, sino capacidad de conmoverse ante el dolor y responder con actos concretos.
Epulón no fue Eleémōn porque vio, pero no se conmovió. El problema no fue su banquete, sino su indiferencia. El buen rico, en cambio, no ignora al Lázaro de la puerta. Lo ve, lo reconoce, lo nombra, se acerca. El Eleémōn tiene ojos de carne y entrañas de ternura.
La misericordia no es un gesto puntual, sino una forma de mirar. Por eso, el buen rico no solo atiende necesidades urgentes, sino que transforma estructuras injustas. Practica una misericordia activa, lúcida, histórica. No lo mueve la culpa, sino la convicción.
Aclaración necesaria: El rico bueno no es un rico ingenuo
En la espiritualidad cristiana, la virtud de la generosidad no se confunde con la ingenuidad ni con la falta de discernimiento. Ser un buen rico no significa actuar sin cabeza, ni permitir abusos bajo la apariencia de caridad. El apóstol Pablo, en su carta a los corintios, lo expresa con claridad pastoral y profundidad ética:
«Porque cuando existe esa decisión, a uno se lo acepta con lo que tiene y no se hace cuestión de lo que no tiene. No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad» (2 Co 8,12-13, Biblia del Pueblo de Dios).
El apóstol deja claro que la solidaridad cristiana no es un desequilibrio disfrazado de virtud. El objetivo no es que unos se empobrezcan para enriquecer a otros, sino que haya reciprocidad, equilibrio y justicia. Por eso, el Euchrématos actúa con sabiduría; no da desde la culpa, sino desde la convicción. El Dórophilos no cae en el chantaje emocional, sino que ofrece con alegría y madurez. El Metadidoménos comparte con prudencia, cuidando también el sustento propio y el de los suyos.
La riqueza bien administrada debe generar circuitos sostenibles de equidad, no dependencias tóxicas. Dar sin destruir la propia estabilidad es también un acto de responsabilidad. En palabras del mismo capítulo: «La abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes» (v.14). Es una visión circular, no vertical; una economía de comunión, no de sometimiento.
El buen rico no es el que regala todo hasta quedar en bancarrota, sino el que invierte su riqueza en relaciones justas y en oportunidades fecundas. Su generosidad no empobrece: transforma. Por eso, ser Agathoplúsios —rico en bondad— exige inteligencia emocional, madurez espiritual y una ética del equilibrio.
Propuesta final: Agathoplúsios, el rico bueno
Estos cinco nombres no son solo conceptos. Son caminos, llamados, bautismos posibles para quienes han recibido bienes materiales en esta vida. Frente a la figura de Epulón, el rico indiferente, estos cinco rostros proponen una espiritualidad de la abundancia vivida con conciencia.
Por eso, podríamos sintetizar estas virtudes en una figura final: “Euchrématos el Justo”, el rico que supo hacer circular el bien, o mejor aún, simplemente “Agathoplúsios”, el rico bueno. Este nombre, que podría parecer paradójico, nos recuerda que no es la riqueza la que corrompe, sino la falta de virtud en su administración.
La riqueza no está reñida con la santidad. Los evangelios presentan casos como José de Arimatea, un hombre rico y justo que ofreció su sepulcro a Jesús; o Lidia, comerciante de púrpura, que apoyó a Pablo. También en la historia cristiana, santos como Francisco de Asís renunciaron a sus bienes, mientras que otros como Isabel de Hungría los utilizaron para servir.
El buen rico no necesita dejar de ser rico para ser justo, pero sí necesita dejar de vivir para sí. La clave no es la renuncia a los bienes, sino la renuncia al egoísmo. Ser Agathoplúsios es vivir con las manos abiertas, el corazón sensible, la inteligencia práctica y la esperanza activa.
Ejercicio de autoanálisis práctico para cartageneros: Cinco caminos para encarnar al rico bueno en nuestra tierra
Cartagena es una ciudad que palpita entre contrastes. Su belleza histórica y su potencial turístico conviven con profundas brechas sociales, cinturones de miseria, barrios olvidados, jóvenes sin oportunidades, familias desplazadas. En este contexto, ser rico no siempre significa tener millones, sino contar con algo que otros no tienen: acceso, educación, redes, salud, techo, tiempo, afecto, experiencia, fe.
Este ejercicio no busca señalar con el dedo, sino invitar a un discernimiento valiente: ¿cómo puedo yo, desde lo que tengo y soy, convertirme en un Agathoplúsios, un rico bueno? Te proponemos aquí cinco acciones concretas, inspiradas en los perfiles de este ensayo, para vivir con generosidad inteligente desde la realidad cartagenera.
1. Ser Euchrématos (El que usa bien sus riquezas)
Acción concreta en Cartagena: Haz un inventario de lo que posees —no solo dinero, también tu casa, tu carro, tu conocimiento, tus contactos, tu fe— y pon uno de esos bienes al servicio de alguien más en tu ciudad. Que tu riqueza no se quede estancada en Getsemaní, Manga o Bocagrande: que fluya hacia Nelson Mandela, La María, Olaya, San Francisco o El Pozón.
Ejemplo: Si tienes un vehículo y te sobra un día a la semana, ofrece transportarle comida a ancianos o pacientes a una parroquia o fundación. Si sabes inglés, ayuda a jóvenes de secundaria en barrios populares a prepararse para el turismo.
2. Ser Dórophilos (El amigo del don)
Acción concreta en Cartagena: Este mes, regala algo de valor real. Puede ser un objeto significativo, un recurso económico o incluso tu tiempo con alguien que no puede darte nada a cambio. Hazlo en secreto, sin esperar reconocimiento. Aprende a disfrutar del acto de dar como parte de tu espiritualidad caribeña.
Ejemplo: Dona una silla de ruedas, un ventilador o una nevera a una familia de escasos recursos. Compra útiles escolares a un niño que conozcas. Invita a almorzar a un trabajador informal y escucha su historia.
3. Ser Agathoplúsios (Rico en bondad)
Acción concreta en Cartagena: Rompe una barrera social con un gesto de bondad desinteresada. Tal vez puedas tender un puente con personas que no forman parte de tu círculo habitual. Atrévete a mirar al otro con ojos de compasión y acción.
Ejemplo: Si trabajas en la universidad, la empresa o el sector público, haz una pausa esta semana para preguntar cómo está el vigilante, la señora del aseo o el jardinero. Si puedes, mejora alguna condición de su trabajo o vida. Hazlo no por caridad, sino por justicia.
4. Ser Metadidoménos (El que comparte)
Acción concreta en Cartagena: Abre tu casa o tu agenda para construir comunidad. Cartagena sufre una fragmentación brutal entre “ciudad visible” y “ciudad excluida”. No podemos construir paz desde el encierro. Comparte tu mesa, tus espacios, tus saberes.
Ejemplo: Organiza una tarde formativa gratuita en tu barrio o parroquia, donde compartas lo que sabes: cocina, música, contabilidad, autoestima, Biblia, turismo, liderazgo. Abre un espacio de escucha en tu empresa o en tu iglesia donde personas con menos voz puedan expresarse.
5. Ser Eleémōn (El compasivo)
Acción concreta en Cartagena: Escoge una herida visible en nuestra ciudad —la violencia contra la mujer, los niños en calle, la drogadicción, los migrantes venezolanos, los vendedores informales, los jóvenes en pandillas— y hazte prójimo de una de esas realidades. Escucha, involúcrate, aprende los nombres.
Ejemplo: Visita una casa de acogida, una cárcel, un hogar infantil, una fundación. No vayas a salvar, sino a acompañar con humildad, y luego pregunta: ¿qué puedo hacer yo, desde lo que tengo, para cambiar esta historia?
Conclusión: Cartagena necesita ricos buenos, no perfectos
No hace falta ser millonario para ser un rico bueno. En Cartagena, basta con tener más que otro para poder compartir. Basta con abrir los ojos, mirar más allá de las murallas, tocar con el alma el dolor del otro, y decidir no quedarse indiferente.
Ser Agathoplúsios no es una etiqueta griega para elites ilustradas. Es una vocación concreta para quienes desean vivir su fe, su ética y su compromiso desde la abundancia que tienen, sea grande o pequeña. Como dice San Pablo:
«No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad… Así habrá justicia» (2 Corintios 8,13-15, Biblia del Pueblo de Dios).
Si tú que lees estas líneas vives en Cartagena y tienes techo, alimento, salud, voz o alguna influencia, entonces tienes algo que dar. No tengas miedo de darlo bien. Porque en el Reino de Dios, el que comparte no se empobrece, se expande. Y tal vez un día, como decía Jesús, al verte dar, se escuche desde el cielo:
“Bienaventurado tú, Agathoplúsios, porque supiste usar tu riqueza para amar”