Salvaguarda vallenata


“Ya los músicos de hoy no quieren grabar merengue
dicen que eso no se vende, para mí eso es un error (…)” 

“Ya lo hacen con su sentido de manera inteligente, 
para engañar a la gente ponen un poco de ruido 
porque no lo han aprendido a cantarlo con deseo 
mejor graban un paseo con más de dos mil palabras, 
que al final no dicen nada y en eso es que yo no creo”.

Ya avizoraba el maestro Leandro Díaz en su canción El Bozal, interpretada por Diomedes Díaz, la pereza mental y artística del estropicio musical que hoy se quiere presentar como vallenato.

Aun así, esa profecía resulta hoy muy generosa porque ya no son siquiera dos mil palabras, son 10 o 20 apretujadas sin verso y sin cadencia en un estribillo tediosamente repetido, más emparentado con el adefesio del reguetón que con el vallenato, y en el que el acordeón es lo que menos se escucha.

El último botón de la muestra fue la elección del compositor del año en el Festival Nacional de Compositores de Música Vallenata de San Juan del Cesar, Guajira, hace pocos días: ¡se declaró desierta!

Con seguridad el jurado tenía en la mesa la impresión aún fresca del Plan Especial de Salvaguarda que sirvió de base para que la Unesco declarara al vallenato como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en Necesidad de Salvaguarda Urgente, y en el que se identifican los riegos que corre la música tradicional vallenata.

Muchos exponentes de la llamada “nueva ola” se defienden con displicencia al repetir que tienen que cantar lo que se vende, sea o no vallenato. Algunos pocos son muy buenos cantantes, pero generalmente las composiciones, en música y letra, son un fiasco.

Otro botón para la muestra: los miembros de un grupo musical llamado Kvrass “Los reyes del brincoleo” dicen en una entrevista reciente que “nuestra forma de hacer vallenato es única. Quisimos acercarlo a lo que gusta globalmente porque el vallenato ya no es un folclor provinciano. Otros tratan de conservar la esencia, nosotros estamos en nuestro cuento. Si la vanguardia va hacia el reguetón y la electrónica, los que seamos capaces de hacer lo haremos”.

Error: cuanto más provinciana es una expresión cultural, más universal, más global será. Eso está ampliamente documentado y precisamente por eso es que se ha considerado al vallenato tradicional como un patrimonio universal de urgente salvaguarda.

Acierto: están en otro cuento, no hay duda. Lo suyo no es conservar la esencia. Lo suyo no es vallenato. Lo suyo y lo de la “nueva ola” no es hacer folclor tradicional, ni narrar historias ni escribir y cantar versos ni, en fin, escribir e interpretar vallenato.

Con Carlos Vives sucedió lo contrario: siempre aceptó que lo suyo no era vallenato tradicional sino una nueva forma, hija del vallenato y amplificada en instrumentos, de hacer conocer las canciones vallenatas, pero hoy, paradójicamente, sus canciones son más vallenatas que las interpretadas por la “nueva ola”.

Ejemplos: “Volver al valle”, “La tierra del olvido” y “La receta”, “La foto de los dos”, “Las cosas de la vida” e “Hijo del vallenato” son narraciones vallenatas, por supuesto en ritmos diferentes pero bien escritas, con lírica, con verso, con espíritu provinciano, espíritu vallenato.

Luego entonces, para comenzar la “salvaguarda urgente” del vallenato coloquémosle otro nombre a lo que hacen “los reyes del brincoleo”, buena parte de la “nueva ola” y tantos otros inventores de música chatarra, y listo, resolvemos la discusión. Podría ser algo así como “tropi-pop”, “valle-rap”, “reguenato” o “valle-dance”.