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Justicia a medias: Cartagena y la hipocresía frente a la explotación sexual


La reciente liberación de Maura Gamarra, conocida en redes sociales como "Maura Llega", no solo es un fracaso del sistema judicial colombiano, sino una bofetada en el rostro de las víctimas de explotación sexual. Mientras algunos celebran su salida de prisión como una victoria legal, lo cierto es que este hecho representa la impunidad descarada y la complicidad de una sociedad que prefiere mirar a otro lado ante el horror de la trata de personas.

La explotación sexual no es una elección, ¡es violencia!

A raíz de la noticia, manifesté mi indignación en redes sociales. La respuesta que recibí no fue un debate informado, sino una avalancha de insultos sexistas y gran cantidad de comentarios obscenos. También me encontré con comentarios justificando la prostitución bajo el argumento de la "libre elección". Sin embargo, la realidad en Cartagena está lejos de ser un escenario de decisión voluntaria: es un infierno donde mujeres, niños y niñas son engañados, manipulados y forzados a la explotación comercial dirigida a satisfacer los perversos deseos de miles de turistas que vienen a "La Heroica" no a maravillarse con su historia y sitios turísticos, sino a calmar sus más profundas fantasías sexuales sin tantas limitaciones. Es inaceptable que en pleno 2025 sigamos justificando este crimen con discursos de falsa autonomía, cuando lo que hay detrás de la prostitución informal es miseria, violencia, crimen organizado y un millar de vidas rotas.

Cartagena: La ciudad del silencio cómplice

Cartagena se ha convertido en un epicentro de la explotación sexual en Colombia. Sin embargo, el problema no es solo la existencia de estas redes, sino la indiferencia con la que la sociedad y las instituciones las permiten operar. Desde las lujosas fiestas privadas hasta las calles del Centro Histórico, miles de menores de edad y mujeres en extrema vulnerabilidad son obligados a vender sus cuerpos bajo amenazas o falsas promesas de una vida mejor. Pero la mayoría prefiere ignorarlo o justificarlo con frases como "La que quiere darlo lo da, ¿en qué te afecta? ¿A ti qué te importa? La ciudad se hace la desentendida, como si callar o desviar la mirada hiciera desaparecer el problema. 

Este patrón de negación no es nuevo. En 2012, tras el escándalo del Servicio Secreto de EE.UU. con prostitutas en Cartagena, las autoridades locales y gremios turísticos se apresuraron a defender la "imagen de la ciudad" en lugar de reconocer y enfrentar el problema. En esa ocasión, se promovieron iniciativas como "La Muralla Soy Yo" para combatir la explotación sexual infantil, pero más de una década después, el problema persiste. La indignación por el daño a la reputación de Cartagena siempre parece mayor que la indignación por la explotación de sus habitantes más vulnerables.

El vencimiento de términos en el caso de Maura Llega es solo una de las muchas formas en las que la impunidad se consolida. Si el Estado no puede garantizar justicia porque sus procesos son ineficientes, ¿qué mensaje estamos enviando? Que el crimen paga, que la corrupción protege y que la vida de quienes sufren explotación no vale nada. Es inaceptable que un sistema jurídico torpe y obsoleto permita que criminales caminen libres por un absurdo vencimiento de términos.

¡Basta de normalizar la explotación sexual!

Mientras no cambiemos nuestra mentalidad, Cartagena seguirá siendo un paraíso para los explotadores y un infierno para sus víctimas. La normalización de la prostitución como un "trabajo más" es peligrosa cuando se ignora que, en la mayoría de los casos, no es una decisión libre sino una imposición forzada por la miseria y la violencia, que siendo Colombia uno de los países más megadiversos y ricos en recursos naturales del mundo, la única opción que tengan sus habitantes vulnerables sea la prostitución. Se necesitan cambios estructurales: procesos judiciales más ágiles, leyes más duras y sobre todo, un compromiso real de la sociedad para erradicar este flagelo.

No podemos seguir aceptando la explotación sexual como una parte inevitable de Cartagena. Debemos exigir a las autoridades que innoven en sus procesos para evitar que criminales como Maura Llega escapen de la justicia. Y más aún, debemos despertar como sociedad. Porque mientras algunos celebran la libertad de los explotadores, miles de niños y niñas siguen atrapados en un infierno del que nadie parece querer sacarlos.

Un compromiso real contra la explotación

El problema de la explotación sexual y la prostitución infantil en Cartagena no es un fenómeno aislado ni una consecuencia inevitable del turismo. Es el resultado de décadas de impunidad, desigualdad y normalización de la violencia contra los más vulnerables. No basta con la indignación en redes sociales ni con discursos vacíos de las autoridades. Es urgente que cada ciudadano, cada empresa y cada institución asuman la responsabilidad de erradicar este crimen. Rechazar la explotación no solo implica condenarla verbalmente, sino tomar acciones concretas para proteger a quienes son víctimas de este infierno.

Para lograr un cambio real, es necesario implementar estrategias con impacto comprobado a nivel mundial. Primero, el fortalecimiento de las unidades especializadas en trata de personas, asegurando que los procesos judiciales sean más rápidos y efectivos, con un enfoque de protección real para las víctimas. Segundo, la creación de programas de reinserción económica y educativa para mujeres y niños rescatados, brindándoles oportunidades reales fuera de la prostitución. Y tercero, la regulación estricta de la industria del turismo y el ocio nocturno, con protocolos claros contra la explotación y sanciones severas a los establecimientos que faciliten estas redes. Cartagena debe dejar de ser cómplice y convertirse en un modelo de lucha contra la explotación sexual. De lo contrario, seguirá siendo una ciudad donde el crimen se disfraza de negocio y la impunidad se viste de tradición.

Un llamado al alcalde Dumek Turbay

El Alcalde de Cartagena, Dumek Turbay, tiene en sus manos la oportunidad de hacer historia en la lucha contra la trata de personas y la prostitución infantil. No basta con programas simbólicos ni con discursos de buenas intenciones o publicaciones en redes sociales; se necesita una estrategia integral que incluya políticas públicas efectivas, apoyo real a las víctimas y un endurecimiento de las sanciones a quienes promueven o facilitan la explotación. Cartagena no puede seguir siendo conocida como un destino de turismo sexual mientras sus autoridades se limitan a negar la realidad o a minimizar la crisis.

Es hora de actuar con determinación y valentía. Señor Alcalde, Cartagena necesita de su liderazgo para frenar este flagelo. La historia juzgará si su administración fue parte del cambio o simplemente otra cómplice del silencio, como muchas de las que ya han pasado al olvido.


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