En el 2026… nos la jugamos


“Juego mi vida, cambio mi vida,

de todos modos

la llevo perdida…

“Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,

la dono en usufructo, o la regalo…”

Esto que escribía el gran León De Greiff en 1931, los colombianos de alguna manera lo escribimos y vivimos todos los días desde 1810, cuando iniciamos los primeros movimientos hacia la independencia. Y pienso que lo hacemos por una simple razón: no hemos logrado entender lo que somos, para empezar a actuar de una manera auténtica y no como simples imitadores de otros. A través de los años hemos querido ser franceses, luego ingleses; más adelante norteamericanos, y después soviéticos; hoy hasta nos planteamos ser venezolanos o, por qué no, salvadoreños. Siempre estamos mirando afuera buscando nuestro ser bajo la guía de los enciclopedistas franceses, los librecambistas ingleses, los socialistas alemanes, los bolcheviques rusos, los neoliberales gringos o los socialistas del siglo XXI venezolanos.

 Pero, en verdad, no somos nada de lo anterior, ni podemos serlo. Por eso, y cuesta decirlo, terminamos siendo una caricatura de lo que queremos ser y no somos. Hoy, después de tres años de otro gran cambio que no fue, es el momento de mirarnos al espejo y tratar de ver, detrás de todos esos ropajes, qué somos los colombianos para poder empezar a construir la nación que nos cobije a todos y que nos lleve por el camino, culebrero sin duda, del progreso y de la felicidad.

 Somos un país tropical situado en medio de dos mares y con una geografía extremadamente compleja que nos da una gran diversidad de regiones, difíciles de comunicar. No somos uno, ni a nivel geográfico, ni de climas, ni de fauna, ni de plantas, ni de seres humanos. Cada región tiene sus propias características y necesidades, que no podemos uniformar. Eso lo vemos en la forma de ser, de hablar, de comer, de cantar, de bailar, de vivir. La tarea compleja, y apasionante, es como generar un modelo de administración que responda a esa diversidad y que la haga una fuente de generación de riqueza y no, como nos ha ocurrido hasta hoy, un germen de violencia y de atraso.

 Creo que la mayoría de los colombianos somos conscientes de que nuestro sistema está roto, no funciona como queremos y necesitamos que funcione. El problema es que no podemos seguir jugándonos por los espejitos-no llegan a espejismos-, que nos llegan de afuera. Esos espejitos no funcionaron en la época de la conquista, menos van a funcionar ahora.  En este sentido, la elección presidencial del año entrante en Colombia será un punto de inflexión, cuando tendremos que decidir si volvemos al pasado, eligiendo al candidato del petrismo o de alguna de las facciones que nos remiten a gobiernos anteriores a Petro, o si volvemos al futuroeligiendo un candidato con el que enterremos de una vez por todas las polarizaciones que nos acompañan desde 1810 y con quien construyamos la nación grande e importante que podemos y debemos ser.

 Nota bene: Este escrito fue inspirado por una conferencia de Carl Langebaek sobre su libro Antes de Colombia y por El fracaso de la nación de Alfonso Múnera. Como inspirar no implica responsabilidad, la asumo toda por los conceptos aquí emitidos. 


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