Comer, entonces, se convierte no solo en un acto de nutrición, sino en una afirmación de humanidad.

Transformar la pirámide alimentaria y el Programa de Alimentación Escolar (PAE); una urgencia desde la evidencia, la conciencia y el futuro


Hacia una política pública de nutrición con enfoque científico, cultural y diferencial desde la escuela

Por Gabriel Jaime Dávila Gómez

En un momento histórico en el que las cifras de obesidad, enfermedades crónicas no transmisibles y crisis en los sistemas de salud pública se disparan, el modelo tradicional de la pirámide alimentaria enfrenta su mayor cuestionamiento. El propio *Dr. Robert Califf*, director de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), ha reconocido la necesidad de una transformación profunda, advirtiendo que el modelo actual no se basa suficientemente en la ciencia más reciente, ni responde con efectividad a los desafíos contemporáneos. “Necesitamos una política de nutrición fundamentada en evidencia científica, no simplemente en criterios médicos o comerciales”, señaló recientemente en entrevistas recogidas por medios como The Hill y The Washington Post.

Este pronunciamiento no es menor. Supone un llamado a repensar de raíz la manera como entendemos la alimentación, no solo desde la perspectiva individual, sino desde su función como engranaje estructural de la salud pública, la educación, la equidad y la sostenibilidad económica. En otras palabras, transformar la pirámide alimentaria no se trata simplemente de reorganizar los alimentos que sugerimos consumir. Se trata de una transformación cultural, ética y política, que exige repensar nuestra relación con el cuerpo, el entorno, la economía y el conocimiento.

Tal como propone Yuval Noah Harari, los grandes cambios de la humanidad han estado precedidos por la transformación de sus relatos colectivos. Así como pasamos del relato religioso al científico en muchos aspectos, o de la economía agrícola a la industrial, debemos hoy reemplazar el relato del “comer según el mercado” por un nuevo relato: alimentarse para vivir dignamente, para cuidar la mente, el cuerpo y la sociedad.

Más allá del plato: salud pública y economía

La reevaluación de la pirámide alimentaria no es solo un acto académico o simbólico. Las dietas desequilibradas están entre los principales factores de carga global de enfermedad. Su impacto no solo se mide en indicadores clínicos, sino en costos económicos directos para los gobiernos: aumento del gasto en salud, baja productividad, incremento de subsidios por discapacidad y enfermedades asociadas, e incluso impacto en el desarrollo cognitivo infantil.

Adoptar una nueva narrativa alimentaria basada en evidencia científica implica:

  • Revisar las recomendaciones nutricionales para adaptarlas a realidades culturales y sociales.
  • Fomentar una educación alimentaria desde la infancia.
  • Incentivar la producción y consumo de alimentos frescos, locales y sostenibles.
  • Regular de forma más efectiva la publicidad y etiquetado de alimentos.

Pero también significa transformar el enfoque político: la salud alimentaria debe dejar de ser un tema de elección personal para ser reconocida como un derecho colectivo, un asunto de Estado.

El PAE: de la permanencia escolar a una política transformadora de salud pública

En Colombia, una de las piezas clave para transformar la narrativa alimentaria es el Programa de Alimentación Escolar (PAE). Este programa nació como una política pública orientada a garantizar la permanencia de niños y niñas en el sistema escolar, en contextos marcados por la pobreza, el conflicto y la exclusión. Fue —y sigue siendo— una estrategia defensiva: evitar la deserción.

Pero el tiempo y la evidencia nos han demostrado que el alimento no puede ser solo una herramienta para que los niños se queden en la escuela. Debe convertirse en un derecho transformador, que impulse su salud, su desarrollo cognitivo y su conciencia social. Desde una lectura inspirada en Yuval Noah Harari, el PAE debe dejar de ser una política reactiva y convertirse en una narrativa educativa de futuro: una política pública que no solo retiene estudiantes, sino que forma ciudadanos conscientes desde el plato.

Cartagena, por ejemplo, debe proveer alimentación a cerca de 100 mil niños y niñas en 187 sedes educativas. Este contexto exige una revolución estructural y estratégica del PAE. No se trata solo de alimentar, sino de educar, sanar y transformar comunidades enteras a partir de la alimentación.

Transformar el PAE implica:

Ampliar su enfoque desde lo escolar hacia la nutrición como bien público esencial.

Convertirlo en punto de partida para la educación alimentaria desde la infancia.

Priorizar alimentos locales, frescos y culturales, integrando la soberanía alimentaria como principio.

Articularlo con los sistemas de salud, agricultura y desarrollo social.

Incluir un enfoque diferencial alimentario, que atienda las particularidades culturales, territoriales, étnicas y de género, reconociendo la diversidad de los pueblos y sus tradiciones alimenticias como elemento clave de identidad y salud.

Desarrollar cadenas de abastecimiento comunitarias que generen empleo, impulsen la economía local y reduzcan la dependencia de operadores externos.

Fortalecer el control ciudadano, la transparencia en la contratación y la participación comunitaria en el diseño de menús y estrategias pedagógicas.

En otras palabras, el PAE debe evolucionar hacia una estrategia nacional de alimentación saludable con base científica, enfoque social y perspectiva diferencial, que siembre desde la escuela los valores de una sociedad sana, informada y solidaria.

Lo que podemos hacer desde ya

Mientras se redefine el modelo oficial de la pirámide, no podemos quedarnos quietos. Las transformaciones más profundas comienzan desde lo cotidiano. Decidir informadamente qué comemos, cuestionar el exceso de ultraprocesados, apoyar mercados locales, cocinar en casa, cultivar la lectura de etiquetas, hablar de comida con nuestros hijos, exigirle al Estado que alimente mejor a nuestros niños.

Transformar la pirámide alimentaria y el PAE no es solo una reforma técnica. Es un acto de conciencia, un gesto político, un paso hacia el futuro. Y como bien señala Harari, el futuro lo construyen quienes son capaces de imaginar narrativas distintas y hacerlas realidad. Comer, entonces, se convierte no solo en un acto de nutrición, sino en una afirmación de humanidad.


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