Colombia siempre ha sido un país en el que es imposible aburrirse porque aquí pasa de todo, todo el tiempo. Un ejemplo reciente de lo que es el amor de nuestro país por las telenovelas y realities en vivo, lo hemos vivido al máximo en los últimos días: Una madrugada a las 3.30 a.m., el presidente que elegimos (a pesar de no haber votado por él) se despacha contra Trump y nos pone al borde de una guerra comercial con Estados Unidos nuestro principal socio comercial. El motivo es bizarro, impedir la llegada de unos aviones con migrantes colombianos ilegales que su gobierno, es decir él, había autorizado. Declarada la guerra entre dos dementes, Trump y Petro, los alfiles de este último se dedican todo el día a resolver el problema con la ayuda de los enemigos políticos de Petro y logran una solución antes de la mañana del lunes cuando se abren los mercados. Todos, excepto el presidente y algunos de sus seguidores, respiramos tranquilos pensando que nos salvamos de una guerra estúpida y sin sentido que nos hubiera conducido al caos económico y social.
La tranquilidad, recordemos que estamos en Colombia no en Suiza, duró más bien poco. Ayer, martes 4 de febrero, violando la ley (repito Colombia, no Suiza) el responsable de defender “la Constitución y las leyes” televisó por los canales públicos y privados una sesión del Consejo de Ministros por 6 largas horas. ¿De dónde sacó Petro la idea de transmitir en vivo una sesión del Consejo de Ministros? De Cuba, donde reina una dictadura férrea del Partido Comunista cosa que parece que nuestro presidente (que elegimos, sin mi voto) no sabe. Allá lo hacen por dos razones: una, no tienen una ley que lo prohíba, cosa que si tenemos en Colombia; y, dos, porque allá nadie es tan tarado de salirse del libreto por miedo a que le apliquen sin remilgos democráticos de ningún tipo la regla partidaria: el disidente a la cárcel del pueblo. Aquí no había libreto, Petro lo iba inventando en la medida en que hablaba, cosa que hace sin ningún tipo de control ni medida. Y algunos de los ministros y la Vicepresidente hablaron, porque somos (aún) Colombia no Cuba.
Algunos sostienen que Petro se inventó la televisación ilegal del Consejo de Ministros para sacar por la puerta de atrás al nuevo jefe de gabinete, Armando Benedetti, con el apoyo popular que surgiría después de que las masas viéramos la transmisión. Extraña teoría cuando gran parte de sus intervenciones las dedicó a defender a Benedetti bajo la tesis de que el M-19 (estamos en Colombia) siempre predicó y practicó dar una segunda oportunidad a quienes la habían embarrado. A la hora de este escrito, van dos renuncias de altos funcionarios del Gobierno ninguno de los cuales tiene como nombre Armando, ni como apellido Benedetti.
Solo en Colombia, dudo mucho que, en Suiza, un presidente en pleno Consejo de Ministros televisado se refiere a su patria como “un país de pacotilla”. Solo en Colombia, dudo mucho que, en Suiza, un presidente le echa toda la culpa a sus ministros por no haber cumplido las promesas realizadas durante la campaña electoral. Solo en Colombia, dudo mucho que, en Suiza, un presidente le ordena a su ministro de Minas que la empresa más importante del país eche para atrás una inversión de 800 millones de dólares que la Junta de Ecopetrol aprobó unos pocos días atrás. Solo en Colombia, nunca en Suiza, un presidente dedica seis horas de su gabinete ministerial a no hablar de los temas críticos del país.
Ese el líder que elegimos (no con mi voto) para gobernarnos, alguien que nunca escuchó el mejor consejo de liderazgo que he recibido: cuando las cosas van mal mírate al espejo, cuando las cosas van bien mira a la ventana. Petro obviamente lo practica al revés: cuando las cosas van mal, echa el agua sucia por la ventana; cuando las cosas van bien… bueno, le gustaría mirarse al espejo, pero el “bien” ha sido bastante escaso en estos dos y medio larguísimos años.
Colombia para progresar necesita parecerse un poco más-sin dejar de ser Colombia-a Suiza, cosa que nos empeñamos en que no ocurra.