Las historias de Juan: El Sitio de Vernon (I)


La Guerra del Asiento (Jenkin’s Ear War) 1739 – 1748

“Y el propio español hizo una broma, que nos cortó las orejas, y las envió al rey”

Alexander Pope

 

La Batalla de La Habana en 1748 de Samuel Scott

El sitio de Cartagena por la poderosa fuerza anfibia, parte marina y parte ejército, comandada por el Almirante Edward Vernon, se dio en 1741 en medio de una guerra llamada del Asiento por España y de la Oreja de Jenkins por Inglaterra. Este último nombre, tan folclórico, se debe a un incidente ocurrido frente a las costas de la Florida en 1731, es decir, ocho años antes del comienzo de las acciones bélicas en 1739. Resulta que un barco mercante de bandera inglesa de nombre Rebecca navegaba frente a las costas de La Florida (entonces bajo el dominio de España) cuando fue interceptado por otra nave, también con nombre de fémina, La Isabela, pero en este caso nada recatada y bien armada, pues se trataba de un guardacostas responsable de perseguir a piratas y contrabandistas de todo tipo. No sobra señalar que, aunque empezaban ya a escasear, algunos piratas y corsarios aún navegaban por el Caribe. Por otro lado, los contrabandistas eran cientos, financiados muchas veces por funcionarios de alto rango de la monarquía española, y hasta por clérigos de la Santa Madre Iglesia. 

El capitán Juan León Fandiño de La Isabela, en cumplimiento de las ordenanzas de su país y de los acuerdos con Inglaterra subió a bordo de la nave para inspeccionar el manifiesto de la carga y verificar que todas las mercancías estuvieran consignadas en el documento facilitado por Jenkins, capitán de la Rebecca. El afán de Jenkins por convencer al español lo llevó a jurar por “sus orejas” que no cargaba un ápice de contrabando. El español, que seguía fielmente la consigna de Santo Tomás “ver para creer”, exigió inspeccionar las bodegas del buque, a lo que Jenkins accedió. Fandiño revisó con detenimiento las mercancías y estaba ya de salida de la bodega, persuadido de que el inglés era un comerciante honesto, cuando la punta de su bota tropezó contra un tablón de madera mal puesto. El tropezón disparó sus dudas, por lo que ordenó a sus hombres levantar la bendita tabla poniendo al descubierto una segunda bodega colmada de contrabando. En vista del engaño del inglés, el marino español procedió a conducirlo a empujones hasta la cubierta del barco donde, después de amarrarlo al mástil, rebanó con su espada la oreja del desventurado capitán mercante. Luego del “orejicidio”, Fandiño le enrostra al recién convertido en muengo el apéndice sangriento mientras le advertía: “Ve y di a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. 

Jenkins mostrando su oreja al primer ministro Walpole (caricatura de la época)

En ese año el incidente de la oreja, que era por entonces un hecho de común ocurrencia, pasó de agache, pues ni en Inglaterra ni en España le prestaron atención. Y habría continuado ignorado por los libros de historia si los comerciantes ingleses no empiezan a presionar a sus gobernantes, exigiendo una ampliación de lo acordado con España en el tratado de Utrecht de 1713. Mediante este acuerdo, España había autorizado a los ingleses a llevar cada año a sus colonias de América hasta 4800 esclavizados africanos y 500 toneladas de mercancías por un período de 30 años. En vista de que la presión parecía no tener efectos sobre el Primer Ministro Walpole, decidido a mantener la paz con España a toda costa, los partidarios a ultranza de la guerra revivieron el episodio de la oreja de Jenkins, llevando a este mercader y un frasquito con su apéndice a una sesión del parlamento inglés donde el desorejado dio un testimonio de los hechos, lo que alborotó el patriotismo de los asistentes hasta el punto de exigir a Walpole la declaración inmediata de guerra a España. Después del testimonio del desorejado, el ministro de los “whigs” (conocidos como “ladrones de caballos”) no pudo seguir oponiéndose y, cediendo a las presiones de los “tories” (conocidos como “papistas criminales”), declaró a regañadientes la guerra a España el 23 de octubre de 1739. Conflicto en el que muy pronto Cartagena de Indias se vería envuelta cuando el Almirante Vernon intentó someterla con una poderosa flota, la mayor que hasta entonces se había visto y que no sería superada hasta el Día D, cuando los aliados atacaron las posiciones de la Alemania Nazi en Normandía durante la II Guerra Mundial. 

Amigoni, Jacopo - Farinelli Detail - Staatsgalerie Stuttgart

Además de la oreja rebanada, otro hecho que tenía a los ingleses muy molestos fue la forma poco elegante como la reina de España, Isabella Farnese, se sonsacó en 1737 al cantante de ópera de moda en Londres, el castrato italiano Farinelli. Cómo escribió, muy dolido, un periodista de la época: “¿Qué importancia tiene la pérdida de algunos barcos o el corte de las orejas de nuestros mercaderes frente a la pérdida de nuestro muy querido Farinelli?”

La oreja de Jenkins fue la justificación, el casus belli, que llevó a Inglaterra a declararle la guerra a España con el objetivo de ampliar su comercio de esclavizados y de otros bienes con las colonias españolas en América o, incluso, ir más allá aprovechando la creciente debilidad del Imperio Español: hacer del Mar Caribe su mare nostrum y tomarse a Cartagena de Indias, la Reina del Caribe, abriendo una puerta para la conquista de las extensas y ricas colonias españolas en América del Sur. 


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