La dualidad de los sistemas educativos en el desarrollo social: libertad o dominación


"Las naciones caminan hacia el término de su grandeza 

con el mismo paso con que camina su educación"

Simón Bolívar

La educación, ¡siempre la educación!, y su papel que lo cambia todo en nuestras sociedades. A veces se habla de ella sin entender bien el contexto, otras veces se da en el clavo, se acierta. Por eso, cuando pensamos en cómo la educación une a la gente, necesitamos mirar de cerca cómo ayuda a que cada uno crezca y a que la sociedad avance. La educación es una herramienta clave para que un país progrese. Pero ojo, también hay que ver cómo a veces se usa para tener a la gente dominada (Bourdieu, 1979), sobre todo a quienes ya lo tienen difícil. Ese río de gentes o de nadie como diría Galeano. Porque aunque la educación puede impulsar el avance en todos los sentidos y es la base para que un país crezca, es necesario que se analice bien su trascendencia social y cultural. En este texto se defenderá la idea de que la educación escolar en los países que están en vías de desarrollo es una oportunidad valiosa para que la gente mejore su vida.

Muchas veces me he puesto a pensar que la educación, que debería ser como un puente hacia la libertad, a menudo refleja las mismas desigualdades que nos dividen. Es decir, ha servido, en muchos casos, para que mucha gente siga sin saber (Montenegro & Meléndez, 2021), y esto es cada vez peor en los países que están luchando por salir adelante. En lugar de darnos poder, los sistemas educativos de hoy pueden terminar haciendo más fuertes las diferencias sociales, donde unos pocos tienen más chances y otros se quedan atrás. ¿Cómo pasa esto? Hay dos ideas principales que lo explican: primero, la buena educación es solo para unos cuantos (Fundación ISEAK, 2023); y segundo, nos hacen creer que si no triunfamos, es solo culpa nuestra (Sanhueza et al., 2015).

No es casualidad que los colegios de la gente rica formen personas que piensan por sí mismas, mientras que en muchos barrios humildes la educación se reduce a preparar gente para obedecer (Bourdieu, 1979). Esto no es un "error" del sistema, sino que parece ser parte de cómo está hecho. Podemos ver ejemplos como Finlandia, donde la educación busca que todos tengan las mismas oportunidades. Pero en otros lugares, como Estados Unidos, los exámenes miden más qué tan bien te adaptas que qué tan bien piensas (Fundación ISEAK, 2023). El resultado es como una trampa: los que tienen más aprenden a mandar, y los demás, a seguir órdenes. Además, tener que pedir préstamos para estudiar y que haya pocos programas educativos buenos hace casi imposible que un joven de familia trabajadora pueda sentarse a pensar en el mundo... cuando lo que urge es tener para comer (Nina & Grillo, 2000). La distancia entre los que tienen y los que no tienen nada se hace cada vez mayor.

Ante todo esto, nos han metido en la cabeza que si no "salimos adelante", es porque no nos esforzamos lo suficiente. Así, en lugar de preguntarnos por qué un sistema quita dinero a la educación y hace que el trabajo sea precario, nos echamos la culpa a nosotros mismos. ¿Por qué no hay más gente protestando por lo caro que es ir a la universidad? Pues porque muchos piensan que su situación es por su culpa, no por un sistema injusto. Chomsky ya lo había planteado en una de sus estrategias la de “Reforzar la autoculpabilidadHacer creer al individuo que es solamente él el culpable de su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades o de sus esfuerzos. Así́, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución! 

Pero todavía hay otras maneras de hacer las cosas. En lugares como Bolivia, según la UNESCO (2018), en una reunión de ministros de educación de América Latina y el Caribe, se han metido los conocimientos de los indígenas y de las comunidades en la educación formal (Varios autores, 2020). Esto nos enseña que otra forma de enseñar es posible: una que sea seria, pero que también se preocupe por la justicia. Imaginemos profesores que no solo repiten lo que dice un libro, sino que animan a sus alumnos a cuestionar cómo son las cosas. Una educación que despierte la curiosidad, no la obediencia ciega (Montenegro & Meléndez, 2021).

Al final, el cambio solo llegará si dejamos de ver la educación como una fábrica de trabajadores que solo obedecen y la vemos como un lugar para pensar, hablar y cambiar las cosas. La verdadera libertad no está en adaptarse a un sistema que no funciona, sino en construir uno nuevo entre todos (Bourdieu, 1979; UNESCO, 2018).


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