Darío Valenzuela, el brujo de la consola


[inline:dario5.jpg]
La primera vez que escuché hablar de Darío Valenzuela fue en 1978. Y no fue porque alguien me diera detalles sobre su persona. Simplemente me enteré de su existencia, tal como se enteraron todos (eso creo) los amantes de la música vallenata en Colombia: a través del cantante sucreño Juan Piña, quien ese momento se daba el lujo de grabar dos long play por año: uno con su orquesta La Revelación y otro de música vallenata, aunque al mismo tiempo hacía sus incursiones como corista primera voz de casi todas las agrupaciones de ese género y en los diferentes sellos disqueros que ocupaban el panorama discográfico de esas épocas.
[inline:dario4.jpg]
Pues bien, el LP al que quiero referirme es “El azote vallenato”, segundo de Piña, al lado del que también sería su segundo acordeonista, el maestro Ismael Rudas Mieles, con quien logró poner en los primeros lugares de sintonía casi todo el repertorio que escogieron para ese trabajo, pero indiscutiblemente la canción bandera fue el paseo romántico “Compañera”, del compositor Daniel Celedón Orsini (Villanueva, Guajira). Y fue “Compañera” la canción que Valenzuela escogió para que Piña le enviara un saludo.

“Darío Valenzuela, el brujo de la consola”, dice la animación que se inventó Juan Piña para eternizar el nombre de este antioqueño, quien desde siempre ha estado ligado al desarrollo de la música popular colombiana, y durante un gran tiempo haciendo parte de la disquera Codiscos, cuyo catálogo rendía verdaderos honores a la expresión melódica del Caribe colombiano.

Me lo presentaron en el Hotel Bajamar, de la ciudad de Valledupar, durante el Festival de la Leyenda Vallenata, de 1996; y desde entonces comenzamos a intercambiar llamadas telefónicas, ya fuera para confirmar algún dato discográfico o sencillamente para saludarnos, con una promesa de visita mutua para rematar la conversación.
[inline:dario2.jpg]
El encuentro se cumplió en las pasadas vacaciones de junio de este año cuando lo visité en su estudio de grabaciones “Brujo Record”, en el municipio de Sabaneta (Antioquia).

Me contó que hace 18 años decidió armar su propia empresa, aunque antes de retirarse de Codiscos ya estaba haciendo prácticas en un estudio incipiente que había montado en su casa, supongo que presintiendo los estragos que sufrirían las empresas disqueras con la aparición del disco compacto y la avalancha de piratería que este trajo consigo.

Darío Valenzuela Álvarez nació en Sabaneta, cuando esta población era corregimiento del municipio de Envigado (Antioquia), pero fue en 1974, a los 17 años de edad, cuando tuvo su primer acercamiento con los estudios de grabación, debido a que, en esa época, su hermano Guillermo (q.e.p.d.) era el contador de costos de Codiscos y cualquier día le propuso que trabajara en esa empresa los fines de semana.

Comenzó limpiando y empacando discos, pero nunca pensando en convertirse en personaje del mundo discográfico sino en reunir dinero para comprar su ropa de diciembre, mes en que la producción fonográfica se incrementaba, al igual que los dividendos de las disqueras.

Al año siguiente, los directivos de la empresa le sugirieron que trabajara en los estudios, pero inicialmente escuchando las producciones y llevándolas a las emisoras; y después, manipulando los controles de las consolas, actividad que combinó con los estudios de Electrónica, inglés y música, esta última solo en la gama de la percusión.

Periódicamente, la disquera contrataba técnicos norteamericanos que dictaban cursos para los operadores de Codiscos, hasta que con el tiempo a Valenzuela le tocó ocupar el puesto de instructor de operadores en Ecuador, sin descartar que además hacía sus intervenciones como percusionista y compositor en cuanto conjunto u orquesta llegara a grabar a la compañía.

Desde entonces, por sus manos han pasado figuras como Gildardo Montoya (el autor de “Plegaria vallenata”), Adolfo Pacheco y Ramón Vargas, Ismael Rudas y Adaníes Díaz, Emilio Oviedo y Rafael Orozco, Juan Piña y La Revelación, El combo Nutibara, Los Betos, Grupo Bananas, Barbacoa Orquesta, El combo de las estrellas, El binomio de oro, El Nene y sus traviesos, Silvio Brito, Inéditos de Colombia, Juan Carlos Coronel, Nando Pérez, Mariano Pérez, Hugo Alandete, Grupo Niche, Las musas del vallenato, Patricia Teherán y sus diosas del vallenato y... pare de contar porque se agota el blog.

Después del remoquete de “El brujo de la consola”, Rafael Orozco lo rebautizó como “El paisa de oro”, mientras que Silvio Brito hizo lo propio con “El alma vallenata”, pero fue el primero el que se quedó como su sello identitario, aunque, a parte de operar la consola, también participaba con acierto en la selección de las canciones que debía debía llevar cada producción.

Pudo ser así como desarrolló el olfato que aún le permite pronosticar cuál o cuáles canciones serán las favoritas del público. Y es allí cuando aprovecha para pedir a los cantantes que le envíen saludos, pues una canción con alta sintonía también puede publicitar un nombre con excelso nivel de recordación. Y un ejemplo fehaciente es la animación que se craneó Juan Piña.

Valenzuela se enorgullece de haber trabajado con casi todos los géneros de la música nacional e internacional, pero su mayor orgullo lo constituye el haber sido el primer grabador de Darío Gómez, cuando este aún no se avizoraba como el rey de la canción de despecho, como se le considera actualmente.

Sin embargo, ese orgullo parece ser solo superficial, porque su apariencia no es la de un personaje con ínfulas sino la de cualquier parroquiano, de esos que él mismo se tropieza a diario por las calles de Sabaneta.


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR